Financial Times: "Suspensión del Parlamento por parte de Boris Johnson es una afrenta a la democracia"
El equipo editorial del medio británico manifestó que "Johnson puede no ser un tirano, pero ha sentado un precedente peligroso. Él y sus seguidores más cercanos, que han elegido este camino revolucionario, deben tener cuidado con lo que desean".
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Boris Johnson ha detonado una bomba bajo el aparato constitucional del Reino Unido. La petición del primer ministro a la Reina de suspender el Parlamento hasta por cinco semanas, aparentemente para preparar un nuevo programa legislativo, carece de precedentes modernos. Es un intento intolerable de silenciar al Parlamento hasta que ya no pueda detener una desastrosa separación entre el Reino Unido y Unión Europea el 31 de octubre.
A la sede de la democracia británica, admirada durante mucho tiempo en todo el mundo, se le está negando la decisión más trascendente que enfrenta el país en más de cuatro décadas. También a los británicos, en cuyo nombre Johnson dice estar actuando. Es hora de que los parlamentarios derriben a su gobierno en un voto de no confianza, allanando el camino para una elección en la que el pueblo pueda expresar su voluntad.
El gobierno representativo de Gran Bretaña es un ejercicio de democracia deliberativa que implica discusiones, negociaciones y compromisos inevitables. Tiene el poder de que los legisladores tomen decisiones en nombre de los votantes, y les permite deliberar sobre detalles, y en el caso del Brexit, la separación más compleja en la historia de la posguerra, los detalles importan.
Como escribió John Stuart Mill sobre la democracia representativa: "Su rol es indicar deseos, ser un órgano para las demandas populares, y un lugar de discusión adversa para todas las opiniones relacionadas con asuntos públicos... y, para fiscalizar en base a las críticas y eventualmente retirando su apoyo, esos altos funcionarios públicos que realmente llevan a cabo los asuntos públicos".
La historia ha demostrado que charlatanes, demagogos y aspirantes a dictadores tienen poco tiempo para un gobierno representativo. Buscan formas de evitar el Parlamento antes de concluir que es un inconveniente. Johnson puede no ser un tirano, pero ha sentado un precedente peligroso. Él y sus seguidores más cercanos, que han elegido este camino revolucionario, deben tener cuidado con lo que desean.
Sin precedentes
Las denuncias del primer ministro, de que no está haciendo nada anormal, son tan falsas como las declaraciones que empastaron los autobuses con los que afrontó la campaña Leave en 2016. Prorrogar el Parlamento ad portas del discurso de la Reina es un protocolo establecido, pero por una o dos semanas, no cinco. Un receso temporal durante las conferencias de los partidos en septiembre es normal, aunque algunos asuntos parlamentarios continúan incluso en ese tiempo. Una breve prórroga podría haber sido cronometrada para coincidir con la temporada de conferencias.
No hay justificación legal o administrativa para un cese completo de cinco semanas de las actividades del Parlamento antes de un discurso de la Reina. Johnson está utilizando artimañas constitucionales para boicotear a un Parlamento que sabe que tiene una mayoría en contra de la política que él eligió. El primer ministro argumentará que la credibilidad de su amenaza de abandonar la UE sin un acuerdo, a menos que Bruselas acepte reescribir el acuerdo de salida de Gran Bretaña, se ve socavada si los legisladores están haciendo todo lo posible para detenerlo. Sin embargo, amordazar al Parlamento como parte de una imprudente negociación es un acto de vandalismo constitucional.
Si bien este diario no es partidario de los plebiscitos, ha mantenido la opinión de que el resultado del referéndum de 2016 debería implementarse, pero de una manera que limite -en la medida de lo posible- el daño a la economía, la seguridad y la posición nacional del Reino Unido. El referéndum no entregó ningún mandato para llevar a cabo la forma más extrema del Brexit.
El manifiesto electoral del Partido Conservador de 2017, mientras repetía el mantra equivocado de que "sin acuerdo es mejor que un mal acuerdo", se comprometió a asegurar "el mejor acuerdo posible para Gran Bretaña... entregado por un Brexit tranquilo y ordenado". Johnson se convirtió en primer ministro únicamente gracias a las votaciones de 92 mil miembros del Partido Conservador. Ningún primer ministro que haya asumido el poder fuera de las elecciones generales se ha desviado tan radicalmente de la plataforma anterior de su partido, ni trató de dar un paso con implicancias tan graves.
Si la táctica de prórroga de Johnson tiene éxito, Gran Bretaña perderá cualquier derecho a dar lecciones a otros países sobre sus deficiencias democráticas. Las disposiciones constitucionales del Reino Unido han dependido durante mucho tiempo de las convenciones. Existía el peligro de que un líder sin escrúpulos pudiera pisotear tales convenciones. Y eso no había sucedido, en la era moderna, hasta ahora.
Acción parlamentaria
Los parlamentarios deben aprovechar su oportunidad la próxima semana para hacer valer la voluntad de los Comunes en contra de la del primer ministro. El breve período durante el cual se sentarán puede ser demasiado corto para aprobar una legislación que exija un retraso a la salida del Reino Unido de la UE.
Aquellos que se oponen a un Brexit sin acuerdo deben entonces dejar de lado sus diferencias y aprobar una moción de censura en el gobierno. Esto es desagradable incluso para los más fervientes conservadores pro europeos, y otros como los Liberales Demócratas, ya que destituir a Johnson a tiempo para afectar el proceso del Brexit también puede requerir la creación de un gobierno interino a cargo del laborista Jeremy Corbyn, un resultado que de seguro temen. La prioridad principal, sin embargo, debe ser salvaguardar la democracia británica.
Johnson podría tratar de ignorar esa votación e intentar aguantar hasta después del Brexit. Esta sería una afrenta constitucional aún mayor que sus acciones de esta semana. Confirmaría que Gran Bretaña tiene a un déspota en Downing Street.
El camino estándar para los gobiernos que se enfrentan a los Parlamentos que les impiden aplicar sus políticas es llevar el asunto al país. El primer ministro podría entonces mantenerse en una plataforma de "no hay acuerdo", en un pacto potencial con el partido del Brexit.
Si ganaba, Gran Bretaña tendría que respetar el resultado y vivir con las consecuencias. Los partidos de oposición tendrían que utilizar sus propias campañas extenuantes y pactos electorales para evitar tal resultado. Johnson está enmarcando la batalla actual como una entre el Parlamento y el pueblo. Si confía en el respaldo del pueblo, debería estar listo para probar esto con los votantes en una elección, en lugar de hacer un intento displicente de frustrar la democracia parlamentaria que ha sido la base de la prosperidad y la estabilidad de Gran Bretaña.